
-¿Cómo fue tu primera vez?
Laura abre un ojo y sonríe con cara de pilla.
-¿La primera vez? Hmmm. La primera vez no me acordé de regular los espejos retrovisores y me di cuenta cuando estaba en plena maniobra...
-¿De qué hablas?
-De la primera vez que conduje un coche, claro. ¿a qué te referías tú?
-Ja, ja, ja, le suelto enfadada, porque estoy segura de que sabe muy bien a que actividad me refiero.
-¿No se trata del coche?- dice ella poniendo un muslo encima de uno de los chorros de agua que burbujea contra su piel.
-No, se trata de la primera vez que tuviste relaciones sexuales.
-¡Ah!-dice e inclina la cabeza hacia atrás y se da un hartón de reir.
-¿Me lo piensas contar o no?
Laura asiente: sí.
-La primera vez tenía unos 13 años.
Doy un salto de sorpresa que me levanta unos cuantos centímetros por encima del nivel del agua.
-¿Follaste a los 13 años?-pregunto alucinada.
-No follé-dice ella-pero sí tuve relaciones sexuales...
El Diario Rojo de Carlota. Gemma Lienas.
Generalmente cuando a alquien se le pregunta por su "primera vez" siempre tiende a relacionarlo con su primer coito y no con la primera vez que besó o acarició otro cuerpo.
La pérdida de la virginidad suele rememorarse como un momento simbólico que pocas personas olvidan; representa un acontecimiento señalado, una fecha que se registrará en la memoria de cada cual, una experiencia importante ya haya resultado exitosa, frustrante o decepcionante.
La leyenda del dolor ante la pérdida de la virginidad cae como una losa sobre las mentes femeninas. Algunas descripciones oídas a amigas con más experiencia, desmesuran el dolor del primer coito, pero no podemos ignorar que sin una iniciación afectuosa y relajada, la primera penetración puede no resultar agradable. La vivencia del primer coito debe ser un proceso lento y enriquecedor. A pesar de la creencia de que duele, la mayoría de las veces la joven puede no darse ni cuenta. Por ejemplo, puede estar tan a gusto y confiada con su chico que su vagina se dilate con facilidad; si por el contrario tiene mucho miedo e inseguridad, sus emociones, que son sabias, le indicarán que ese no es el mejor momento y que debería de probar en otra ocasión que se encuentre más tranquila y relajada.
Si persisten en terminar lo empezado, es probable que los músculos perivaginales se contraigan y esto acarree un dolor que tiene más que ver con la inseguridad con que se está viviendo la experiencia que con la presencia (o ausencia) del himen.
En el caso de que el himen esté presente, el dedo de la chica, el de su pareja o el pene lo traspasan con facilidad. La importancia desmesurada atribuida al himen en correlación con la virginidad en nuestra cultura tiene que ver con la opresión en todo orden, también en el sexual, y a la falta de derechos mínimos a los que las mujeres han estado sometidas históricamente.
Material extraido de "¿Y tú qué sabes de eso? Manual de educación sexual para jóvenes"

No hay comentarios:
Publicar un comentario